Los muertos no mueren, solo cambian de piel y siguen viviendo en nuestros corazones.
Los muertos no mueren, solo cambian de piel y siguen viviendo en nuestros corazones.
Cuando la muerte se presenta, emerge un momento propicio para la introspección, un espacio en el que podemos aceptar la partida de quienes ya no comparten nuestro mundo, permitiéndonos expresar el duelo que llevamos dentro.
La muerte no es el último sueño, es el último despertar.