Jorge Arturo Rodríguez
Ebrio de México
Que haya una plaga de chinches en ciertos lugares de México; que crezca el número de personas con dengue –se mueran, incluso-; que aparezcan otras variantes de Covid y demás enfermedades; que aumenten los problemas de migración, escasez de agua, inundaciones, terremotos, guerras y un infinito etc., nada, nunca nada nos detendrá en nuestra carrera –rapiña- electoral y mucho menos en nuestro maratón hacia la perdición. Obviedad de obviedades. Que aumente la violencia en México y el mundo, tampoco, a pesar del diálogo de alto nivel entre nuestro país y el del norte para tratar temas como tráfico de armas, narcotráfico y migración, nada mellará nuestro ritmo hacia la depredación del humano (¿humano?) sobre el humano. No hablemos de extraterrestres, por favor, ni de inteligencia artificial y mucho menos de Amor, pues éste ni se asoma por miedo a ser destrozado.
Leo la nota “La voz humana asusta más a los animales que el sonido del león”: “Investigadores descubrieron que los animales corrían dos veces más y abandonaban los abrevaderos al oír humanos que al oír leones o sonidos de caza, como ladridos de perros o disparos, indica un estudio que publica Current Biology.
“Los humanos matan a sus presas a un ritmo mucho mayor que otros depredadores, aunque solemos pensar que la cúspide de la cadena alimentaria son los grandes carnívoros depredadores, según la autora principal del estudio, Liana Zanette de la Universidad Western de Canadá.” (lopezdoriga.com, 05-10-23).
Ahí nomás. Hasta yo huyo al oír la voz humana porque ya no es tan humana. Mi estimado Raúl Aceves me comentó que el pepenador recoge los despojos de la civilización para reciclarlos y volverlos aprovechables. Ojalá pudiera hacer lo mismo con los humanos.
Luego de leer Revolución, novela de mi tocayo Arturo Pérez-Reverte, pienso que México no ha cambiado mucho, toda proporción guardada. Uno de los personajes de esta novela dice: “En México acabas por acostúmbrate a la violencia. Por encontrarla natural, como si formara parte del paisaje”. Luego se menciona: “O llegas arriba y robas, o te quedas abajo y te roban”. Ebrio de México, parafraseo lo que dijo uno de los personajes, porque a los mexicanos no nos gusta padecer la resaca… Claro, hay excepciones.
Quien tenga oídos…
Los días y los temas
Tiene razón Francia Márquez, primera vicepresidenta afro de Colombia y ahora primera Ministra de la Igualdad, cuando afirma que “en la política se conoce lo mejor y lo peor del ser humano. A veces hay mucha mezquindad. Eso ha sido fuerte porque vengo de una comunidad que siempre pensó en colectivo. Es diferente cuando se está en la política y en el Gobierno. Hay egos, vanidades; gente que cree que un cargo le hace más ser humano. No caer en eso es parte de mantener el corazón bien puesto. No dejarse deslumbrar por el espejismo que muestra estar en el poder. Me he esforzado por mantener los pies en la tierra. Esto es, como lo decía el presidente en una entrevista, un mundo de adicción, y quien se deja llevar termina perdiendo. Hay muchas trampas que el poder le coloca a uno y hay que estar mirando por todos lados para no caer en ellas.” (elpais.com, 16-08-23).
Quien esté libre de pecados…
De cinismo y anexas
Ya que estamos con mi tocayo Arturo Pérez-Reverte, a propósito de su reciente novela El problema final, expresa: “La mujer es más compleja porque tuvo que sobrevivir a los hijos de puta de los hombres”.
Ahí se las dejo de tarea. Pero no se abrumen. Les cuento:
“Sherlock Holmes y el Doctor Watson se fueron de acampada. Montaron su tienda bajo las estrellas y se fueron a dormir. En mitad de la noche, Holmes despertó a Watson y le dijo: “Watson, mira al cielo y dime qué ves”. Watson contestó: “Veo millones y millones de estrellas”. Holmes preguntó: “¿Y qué deduces de eso?”. Watson respondió: “Bueno, si hay millones de estrellas, y si incluso algunas de ellas tienen planetas, es muy probable que haya algunos planetas como la Tierra ahí fuera. Y si hay algunos planetas como la Tierra ahí fuera, también podría haber vida”. Holmes dijo: “Watson, idiota, significa que alguien nos ha robado la tienda”.
Hasta la próxima.